por Stefano Castrignanò, director general de Bienestar italiano
Difundir una cultura del bienestar y, en consecuencia, hacer un uso generalizado y eficaz de las herramientas en las que éste se materializa es un desafío complejo, ante todo por la amplitud y heterogeneidad de sus contenidos.
Pero, en este sentido, ¿qué es exactamente el bienestar? Si sólo tuviéramos en cuenta su definición literal, parecería un concepto bastante simple: bienestar significa bienestar, significa hacer sentir bien a las personas. De hecho, constituye un conjunto de políticas sociales, públicas y privadas, destinadas a garantizar asistencia y bienestar a todos los ciudadanos (y en particular a aquellos en condiciones de fragilidad y vulnerabilidad). Sin embargo, es necesario entender y definir bien su perímetro, qué entra dentro de él y qué herramientas existen para dar respuesta a las necesidades. Con el tiempo se generó uno amplia gama de herramientas de bienestara veces complejos incluso para los propios técnicos.
En términos generales, cada ciudadano tiene al menos cuatro niveles de cobertura social. El primero está representado por el bienestar público, que incluye, por ejemplo, las pensiones pagadas por las instituciones de seguridad social a cambio de cotizaciones obligatorias y los servicios prestados por servicio Nacional de Salud y financiado con impuestos generales. Luego hay un segundo nivel, que se refiere a los ciudadanos que pertenecen a categorías laborales. Estos tienen un Bienestar “contractual”, que las organizaciones patronales y sindicales incluyen como formas obligatorias (o voluntarias) en el Convenio Colectivo Nacional de Trabajo. Un ejemplo son los fondos de pensiones, la cobertura sanitaria complementaria o las prestaciones complementarias. Ya en este nivel surgen diferencias: uno podría preguntarse, por ejemplo, por qué un trabajador metalúrgico debería tener prerrogativas de bienestar diferentes a las de un trabajador terciario. En este sentido, si bien es comprensible que existan algunas diferencias, ya que cada categoría presenta peculiaridades y necesidades específicas, sería apropiado que los firmantes de los contratos tuvieran enfocar, a la hora de definir las medidas de bienestar, las necesidades específicas de su colectivo de trabajadores. Lo mismo se aplica al tercer nivel, el nivel de empresa que se suma a los dos primeros, cuando la empresa decide integrar la cobertura social, sobre la base (teóricamente) de un análisis preliminar de la población y sus necesidades relacionadas. Por ejemplo, cuando la salud pública local no funciona adecuadamente, las empresas pueden ofrecer cobertura suplementaria de carácter sanitario. El último nivel es el de bienestar individual: cada trabajador puede decidir, de hecho, adquirir individualmente una cobertura adicional: seguro, seguridad social, salud u otra. Partiendo de estas premisas, y con vistas a un resultado global óptimo, sería deseable que los cuatro niveles descritos tuvieran una integración armoniosa entre sí. Desgraciadamente, esto no es frecuente, principalmente por dos razones: por un lado, por la mencionada complejidad regulatoria y fiscal de los instrumentos en cuestión, por otro, por la ausencia de estrategias de bienestar basadas en un análisis global de los distintos niveles (público, contractual y corporativo).
En este contexto, Bienestar italiano ha definido por primera vez un marco orgánico que delimita el perímetro de un concepto más amplio de “Bienestar global”mediante la identificación de diferentes pilares, en función de las categorías de necesidades que, adecuadamente cubiertas, pueden garantizar el bienestar de las personas en 360°.
Un primer pilar se refiere a las necesidades de seguridad social, es decir, la posibilidad de tener uno pensión total (públicos y complementarios) adecuados a las expectativas y al nivel de vida esperado. El debate actual ya se centra en la adecuación de las pensiones que se reciben actualmente, con respecto al poder adquisitivo, olvidando a menudo que los efectos reales de las reformas de las pensiones de los años 90 sólo se aplicarán con la jubilación de los primeros trabajadores a quienes se aplicará íntegramente el método de cálculo contributivo. Considerando las previsiones de reducir la tasa de reemplazo (entendida como la relación entre la pensión recibida y el último salario) al 40-50%, nos encontraremos ante un nuevo marco económico y social en el que el Estado tendrá que ayudar a muchos pensionistas con una pensión de ingresos insuficiente para garantizar un nivel de vida adecuado.
Un segundo pilar importante lo representan las necesidades sanitarias y sociosanitarias: también en este caso los desafíos de sostenibilidad del Servicio Nacional de Salud, la dificultad para encontrar operadores en el sector y la longitud de las listas de espera son problemas actuales que podrían amplificarse en los próximos años. futuro. Nuestro gasto en atención sanitaria es inferior en promedio al Promedio de la OCDE y nos encontramos pagando los efectos de años de gestión ineficiente de los recursos públicos. En principio, el Estado debería garantizar una serie de servicios de salud, i niveles esenciales de asistencia (los llamados Lea), que de hecho no se facilitan a los ciudadanos de forma adecuada y uniforme en todo el territorio nacional. Los italianos responden a estas deficiencias abandonando el tratamiento o recurriendo a servicios sanitarios privados, pagados por cada ciudadano (los llamados “gastosFuera de su bolsillo”). Notoriamente el gasto Fuera de su bolsillo representa una forma de gasto ineficiente al realizarse en fases de emergencia, con un desembolso superior al que se habría realizado en presencia de una cobertura sanitaria complementaria contractual, corporativa o privada. En términos de necesidades sociosanitarias, también en virtud de la tendencia al envejecimiento de nuestra población, el desafío de los llamados cuidador (Se estima que al menos un trabajador de cada tres tiene una persona en la familia que necesita ayuda). la figura de cuidador todavía no está definido legalmente y hoy en día a menudo lo interpretan los miembros de la familia. En la progresiva desintegración de la familia tradicional, esta cuestión se vuelve cada vez más urgente y, afortunadamente, se están extendiendo iniciativas virtuosas desde el bienestar contractual y corporativo en respuesta a estas necesidades.
Otros dos pilares que caen dentro de nuestra definición de “bienestar global” se refieren a la crianza de los hijos y equilibrio trabajo-vida. Volviendo al tema de la familia, los datos estadísticos sobre la baja natalidad que alimenta, hoy y en el futuro, los desafíos de sostenibilidad socioeconómica de nuestro país en su conjunto, inducen a Responsables políticos y las empresas – a todos los niveles – a adoptar iniciativas de apoyo a la paternidad, con el fin de animar a los jóvenes a formar nuevas familias. Estas acciones pueden traducirse en iniciativas de apoyo a la renta familiar (guarderías, campamentos de verano, becas, etc.) o equilibrio trabajo-vidaentendido como el conjunto de políticas para el equilibrio vida-trabajo. Para un segmento cada vez mayor de ciudadanos, y en particular para las nuevas generaciones, el trabajo constituye una parte integrante de la propia identidad: se elige trabajar en una empresa en la que se reconoce y que es capaz de reconocer y dar respuesta concreta a las necesidades principalmente. relacionados con la calidad de vida.
Después de la pandemia, también han surgido nuevas categorías de necesidades por parte de los individuos, incluida la bienestar crecimiento físico, psicológico y personal. Desde esta perspectiva, en el último período ha habido un número creciente de iniciativas asistenciales en respuesta a estas necesidades emergentes. Estas áreas constituyen otros pilares del “bienestar global”.
Un último aspecto importante capaz de incidir positivamente en el bienestar de los ciudadanos durante acontecimientos negativos de carácter extraordinario se refiere a las iniciativas de apoyo en caso de muerte previa, incapacidad e invalidez. Las herramientas de bienestar corporativo y contractual capaces de garantizar el apoyo en caso de tales eventos incluyen coberturas o servicios de seguros. Asistencia a domicilio y sociosanitaria que puede traducirse en apoyo económico a la familia o en actividades encaminadas a favorecer la recuperación de la discapacidad o la gestión de la fase de no autosuficiencia. En este último caso, las iniciativas de bienestar empresarial, pero sobre todo contractuales (explotando el tamaño de las masas críticas), permiten maximizar la relación entre costes de cobertura/servicios y servicios garantizados, ofreciendo soluciones mucho mejores que las que cada uno ofrece. individuo podría adquirir individualmente en el mercado. Las consideraciones recién mencionadas permiten imaginar el grado de complejidad y articulación de las diferentes herramientas asistenciales: uno de los principales desafíos para toda entidad que implementa iniciativas asistenciales (públicas, territoriales, contractuales y corporativas) consiste en la definición de una estrategia de comunicación efectiva. comprender la presencia, el alcance de acción y los beneficios de las herramientas individuales puestas a disposición. Por tanto, la importancia de trabajar en proyectos surge claramente. educación de bienestar. Si logramos, cada uno desde nuestra propia perspectiva, educar a los ciudadanos sobre cómo acceder y utilizar la amplia gama de herramientas de bienestar, entonces alcanzar el objetivo de promover el bienestar estará concretamente más cerca.
El artículo El nuevo concepto de bienestar global procede de la Revista Economía.