Dáselos a Ferragni. Habiendo entrado en el consejo de administración de Tod’s con gran pompa, gran fanfarria y fanfarria, Chiara Ferragni fue expulsada sin mucha ceremonia de la lista de próximos directores, que serán presentados y nominados en la próxima junta de accionistas donde el accionista mayoritario, la familia Della Valle.

Digámoslo de inmediato: se lo merece. Ha aparecido en más del 80 por ciento de las reuniones de la junta directiva convocadas desde entonces. En resumen, a ella le importaba un comino el prestigioso puesto. Habrás sentido que has cumplido suficientemente el único objetivo real para el cual fuiste cooptado: echar una mano en el “lavado de telarañas” a una hermosa pero muy tradicional empresa que produce zapatos y los vende, como hace todo el mundo en del sector, incluso a través de Internet. Esta capa de pintura de internettara había repercutido brillantemente en un aumento del valor bursátil de las acciones de Tod’s, gracias a la irracionalidad, la credulidad, en resumen, la estupidez del mercado, donde no sólo el pequeño ahorrador -que alguna vez, apropiadamente, fue definido “rebaño de bueyes”, pero lamentablemente algunos inversores institucionales se guían por las modas y las últimas tendencias más que por los fundamentos de la empresa.

Es una pena que pronto se comprendiera que ese aumento del mercado de valores era efímero y retrocediera. Pero por otro lado -y aquí hay que ponerse del lado del influencer- ¿qué diablos debería haber hecho la ahora exmujer de Fedez? Tod’s produce zapatos: no naves espaciales ni corazones artificiales. Transformar un mocasín en una estación orbital o un botín en una droga que salva vidas es demasiado incluso para un influencer con 25 millones de seguidores (en realidad no porque parezca que un buen tercio son “durmientes”…). El error histórico de la red y de esos criminales ideológicos -Clinton y Al Gore- que la dejaron crecer sin reglas y sin vergüenza, es confundir tonterías con sustancia. La sustancia de los zapatos son los zapatos. Sin ofender, y Tod’s es el mejor. Pero los humanos tenemos dos pies. Las movidas digitales de un influencer u otro son condimento, brilantina, pelusa.

El caso merece un análisis que de algún modo esté “del lado de Ferragni”; que es en cierto modo una especuladora cínica sobre la mitología de sí misma que ha sabido crear y que ha alimentado -y a pesar del escándalo de la pseudocaridad sigue alimentando- haciendo público cada momento de una vida privada que, precisamente para recitarse siempre en público, ya no es privado, y por tanto traiciona toda promesa en su premisa…; pero en otros aspectos Ferragni promete lo que cumple: frivolidad inconsistente, puro conformismo irrazonable y una emulación muy tradicional (la web tiene muy poco que ver con eso). Nada nuevo bajo el sol, los carretes de Ferragni son como el tupé de Elvis Presley, o el bob rubio de Lady D o el reloj que lleva el abogado Agnelli y, en definitiva, como mil otras tonterías lanzadas desde la noche de los tiempos de celebridades más o menos importantes, que sin embargo alguna vez se difundieron con la mediatización racionada y enrarecida de la era anterior a la red, que finalmente exaltó el mito con la palanca de la escasez, mientras que hoy, en la era de los “demasiado exitosos”, se producen en un flujo continuo, como lo ha hecho Ferragnez. hasta ahora.

Hija de su época, nada más. Usado para esto. Tirada porque puso un pie en falso: o sea mil pies en mil faltas, pero los primeros 999 fueron convenientes para quienes ahora la abandonan.

A la parábola de la influencer rubia quizá sólo se le pueda añadir una moraleja. Quedarse estancado en dar sermones políticamente correctos y tratar de dar el salto de pequeños movimientos, cancioncillas, lápices labiales, tatuajes y cuentas de colores a los valores, el género, etc. Es una tentación de rechazar, porque parece añadir credibilidad pero, en cambio, define roles de responsabilidad que son incompatibles con ser un influencer. Si los influencers -como debe ser y tarde o temprano lo mandará la ley- fueran responsables de las miles de estupideces que dicen y hacen, adiós influencers.

El modelo es (por ahora: esperando que no se rompa) Khabi Lame: hace sus sketches silenciosos, algunos lo comparan con Buster Keaton, a veces incluso logra hacer reír a la gente, sin embargo es divertido y simpático, pero sobre todo , de verdad: ¡cállate! Qué virtud estos días.

Quién sabe, llegados a este punto Ferragni también podría reducir los decibelios de su petulante mosquito. Pero realmente: por muy desagradable que pueda haber llegado a ser hoy a los ojos de las mismas personas que la idolatraron y utilizaron, ella es mucho, mucho mejor que ellos.

El artículo Del lado de Ferragni, Diosa Caída proviene de la Revista Economía.

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