por Mario Abis

El tema de la descentralización y reforma del Estado en formas autónomas y sensibles, más allá de los aparatos institucionales de las Regiones, es ahora de extrema urgencia. Por un lado el costo de la burocracia estatal concentrada, por otro la necesidad de contar con formas sensibles de interpretación de los territorios no es sólo una cuestión “interna” que se ha discutido durante treinta años, sino que ahora también es una cuestión de contexto internacional.

La reforma, hace casi veinte años, de la constitución de las ciudades metropolitanas, con la abolición de las provincias y la valorización de la estructura más eficiente del estado-forma italiano, que son los municipios, también en contradicción con los nuevos gigantes burocráticos que son las Regiones, iba en este sentido. Una reforma que con la típica pereza política italiana nunca se ha llevado a cabo. Las provincias siguen ahí, las ciudades metropolitanas (poco más de 10) generadas por una débil reforma, nunca se han implementado.

La no implementación depende de dos razones sustanciales: la incapacidad político-administrativa para “ver” qué son las ciudades y cómo pueden funcionar, y la incompletud de la ley que, en lugar de proponer una visión general de todo el territorio en sus articulaciones, propone un modelo aproximado para puntos focales improvisados. Y esto favorece que se creen espacios que permitan a las provincias mantener su posición de “ingresos”. Todo esto mientras el plan de la ciudad, discutido y financiado por el gobierno durante más de 10 años… nunca ha comenzado, quitando el marco de referencia a estas hipotéticas transformaciones.

Esta suspensión y ambigüedad se convierten ahora en “el” problema a resolver para abordar el tema de la reforma del Estado. Y la constitución de ciudades metropolitanas es la clave fundamental para acelerarlo y solucionarlo. No se trata de retomar la vieja fórmula de la reforma de Del Río con 10 o 12 entidades metropolitanas no homogéneas trazadas en correspondencia significativo con los territorios; se trata de construir un modelo de interpretación de los muchos territorios diferenciados de nuestro país, que están dentro pero más intensamente, en el tejido regional y que tienen su identidad en ciudades medianas, y no grandes.

Si de hecho pensamos en la nomenclatura internacional clásica de áreas/ciudades metropolitanas, debemos considerar que en Italia solo tenemos dos verdaderas ciudades metropolitanas, Milán y Nápoles, pero tenemos un número único de ciudades medianas, al menos veinte, que no

otro país tiene, y que pueden extender su representación a las áreas metropolitanas reales. Y que por su fuerte identidad cultural y económica pueden construir un intenso sistema representativo por un lado, y un importante sistema competitivo internacional por el otro. La orientación hacia el sistema metropolitano “medio” implica numerosas consecuencias: la abolición definitiva de las provincias, la multiplicación de súbditos y fuerzas económicas expansivas en la diferenciación, un debilitamiento de las burocracias centralizado, la construcción de nuevos modelos de gobernanza. Pero también, y sobre todo, la creación de un sistema policéntrico de relaciones políticas extraestatales. A estas alturas, las ciudades y los territorios a nivel internacional, y sobre todo a nivel mediterráneo, necesitan y quieren dialogar mucho más allá de los Estados-nación: es una necesidad cultural, económica y política que responde a la necesidad fundamental de crear políticas económicas transversales y, sobre todo, herramientas descentralizadas de mediación política y, en la actual situación política dramática de posibles conflictos, de reconciliación. Un mundo nuevo que evoca un pasado: se llamó Renacimiento.

El artículo Metrópolis “mediana”, el posible renacimiento proviene de Revista Economía.

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