Hay razones precisas por las que la gente tiende a creer que las cosas pueden salir mal más que lo contrario, como sugiere la “Ley de Murphy”.

Las razones por las que ves negro

Una de las razones encuentra explicaciones en la ciencia. El Diccionario Oxford eligió recientemente como palabra del año doomscrolling, o la necesidad de buscar compulsivamente noticias negativas en línea. Esta palabra compuesta se refiere a desplazarse por la pantalla del teléfono inteligente (scrolling), para buscar malas noticias y desastres (perdices) en periódicos y redes sociales. Las buenas noticias son menos atractivas que las malas para una gran parte del público.

Una segunda razón tiene que ver con la amplia cobertura periodística de noticias dramáticas o potencialmente catastróficas, incluso antes de que ocurran. Cuando la alarma disminuye, la escala anula el efecto y ya no encuentra espacio en la información.

Una tercera razón radica en el “todo libre” que permite que las noticias falsas se difundan sin control y cambiando por completo la percepción de lo que es verdadero o falso pero creyendo más en la aprensión o la indignación que transmite un titular por ejemplo. A lo largo de los años, la información se ha vuelto omnipresente y acosadora, con el efecto de crear más motivos de preocupación y propensión al pesimismo. Un ejemplo es el fantasma de una rebaja de la calificación de Italia por parte de Moody’s, que se temió durante semanas y que luego se mantuvo como estaba. No es bueno pero no tan malo. Las palabras tienen peso y hoy hay una extraordinaria inflación de términos hostiles como ‘alarma’, ‘crisis’, ‘guerra’, ‘preocupación’, sumado a tamborileos de noticias e imágenes que perfilan una realidad adversa, desfavorable. El flujo de noticias circula con mayor facilidad que antes y son sobre todo los titulares los que asestan un duro golpe a nuestra conciencia. La cuarta razón proviene de experiencias personales. Nuestro ascenso hacia cualquier aspiración que nos propongamos se ve obstaculizado constantemente por acontecimientos inesperados o una realidad muy compleja, que hace que la percepción de buenas noticias o éxitos sea más sorprendente que las malas.

Que quede claro, si nos resulta más fácil no encontrar plaza de aparcamiento en la ciudad creyendo que alguien nos la quitará antes que nosotros es porque ya ha sucedido en varias ocasiones y nuestro cerebro codifica este momento como negativo. Escuchamos a mucha gente quejarse con una frase como: “¿pero tenía que pasar hoy”? Otros registran un día lluvioso atribuyéndolo al desarrollo del día, que siempre presenta una serie de dificultades, como en un videojuego. La suma de los obstáculos cotidianos forma la creencia de que “si algo puede salir mal, saldrá mal”.

Cuidado con el boca a boca

El éxito de la ley de Murphy, aunque sea una expresión de magnífico sarcasmo, es el resultado de una creencia innata sobre el mal desenlace de las cosas. Esto se debe a que el hombre no es un ser racional como cree que es. Somos una especie perceptiva, actuamos como somos y no como vemos.

Un quinto golpe a la razón lo asesta el boca a boca, mediante las historias, a menudo exasperantes, que la gente cuenta a sus conocidos. Las confidencias se vinculan más fácilmente con acontecimientos desagradables o experiencias negativas. La historia de un pasajero atrapado en el aeropuerto debido a un retraso interminable del avión o de unas vacaciones que salieron terriblemente mal debido a un operador turístico poco profesional generalmente aumenta la desconfianza y contribuye a generar la creencia de que todos los aviones están retrasados ​​y los operadores turísticos no son muy serios. . Es difícil encontrar una solución para tener un equilibrio entre el efecto perceptivo y la realidad de las cosas.

El único antídoto es desconectar la impulsividad de la reacción, filtrar las historias que nos cuentan, dedicar unos minutos más a profundizar en las representaciones alarmistas. Si lo pensamos bien, con el tiempo y la distancia se puede dimensionar cada hecho de la manera más correcta.

De Lapo De Carlo

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